Papa a reclusos: Quien experimentó el infierno puede volverse un profeta

Por Andrea Tornielli

Papa Francisco: «El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social»

(CIUDAD DEL VATICANO, Italia).- Una cita que no podía faltar y particularmente importante para Papa Francisco: el encuentro con los detenidos. Al llegar a Ciudad Juárez, el Papa visitó el Centro de Readaptación Social estatal N. 3 (Cereso) en donde hay alrededor de 3 mil detenidos y más de 200 detenidas.

La prisión forma parte de un proyecto de recualificación de los institutos penitenciarios del estado de Chihuahua, que ha obtenido un reconocimiento por el respeto de los estándares internacionales al respecto. En la capilla del Instituto 700 detenidos escuchan el discurso de Francisco, quien saludó personalmente a 50 de ellos, 30 hombres y 20 mujeres.

En la capilla del centro de reclusión fue presentado un regalo del Papa, un Cristo de cristal, que fue presentado con estas palabras: «Buenos días, y les agradezco su presencia aquí —dijo el Papa— y les agradezco todo el bien que hacen aquí, mil maneras de hacer el bien que no se ven y ustedes se van a encontrar con mucha fragilidad, por eso quise traer esta imagen de lo más frágil el cristal es lo más frágil se rompe en seguida y Cristo en la cruz es lo más frágil de la humanidad, sin embargo, con esa fragilidad nos hace andar adelante».

Después, durante el encuentro con los reclusos, una de ellos, Evelia Quintana, saludó al Pontífice en nombre de todos: «Su presencia aquí es un llamado a todos los que han olvidado que aquí hay seres humanos». «Si la vida y nuestros actos –añadió– nos pusieron en la oscuridad, tal vez no es para morir en ella, sino para cambiar e iluminar a los demás. El día que me dieron mi sentencia, alguien me dijo no te preguntes qué haces aquí, sino para qué estás aquí. Gracias por acordarse de nosotros».

El tema central del discurso del Pontífice fue la misericordia en el año jubilar, pero también una «reinserción social» que comience fuera de la cárcel: «Quien ha sufrido el dolor al máximo, y que podríamos decir «experimentó el infierno», puede volverse un profeta en la sociedad. Trabajen para que esta sociedad que usa y tira no siga cobrándose víctimas».

Francisco recordó que «no hay espacio donde su misericordia no pueda llegar, no hay espacio ni persona a la que no pueda tocar. Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es recordar el camino urgente que debemos tomar para romper los círculos de la violencia y de la delincuencia».

El Papa criticó el sistema actual: «Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas. Nos hemos olvidado de concentrarnos en lo que realmente debe ser nuestra preocupación: la vida de las personas; sus vidas, las de sus familias, la de aquellos que también han sufrido a causa de este círculo de la violencia».

Es por ello que «las cárceles son un síntoma de cómo estamos como sociedad, son un síntoma en muchos casos de silencios y omisiones que han provocado una cultura de descarte. Son un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida; de una sociedad que ha ido abandonando a sus hijos». La reinserción o la rehabilitación comienzan, afirmó Bergoglio, «creando un sistema que podríamos llamarlo de salud social, es decir, una sociedad que busque no enfermar contaminando las relaciones en el barrio, en las escuelas, en las plazas, en las calles, en los hogares, en todo el espectro social. Un sistema de salud social que procure generar una cultura que actúe y busque prevenir aquellas situaciones, aquellos caminos que terminan lastimando y deteriorando el tejido social».

Y por el contrario, a veces se tiene la sensación de que «las cárceles se proponen incapacitar a las personas a seguir cometiendo delitos más que promover los procesos de rehabilitación que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a una persona a determinada actitud. El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social».

La reinserción social de los detenidos, explicó el Papa, «comienza insertando a todos nuestros hijos en las escuelas, y a sus familias en trabajos dignos, generando espacios públicos de esparcimiento y recreación, habilitando instancias de participación ciudadana, servicios sanitarios, acceso a los servicios básicos, por nombrar sólo algunas medidas».

«Celebrar el Jubileo de la misericordia —añadió sin leer el texto— con ustedes es repetir esa frase que escuchamos recién, tan bien dicha y con tanta fuerza, cuando me dieron mi sentencia, alguien me dijo no te preguntes ¿por qué estás aquí?, sino ¿para qué? y que este para qué nos lleve adelante, que este para qué nos haga ir saltando las vallas de ese engaño social que cree que la seguridad y el orden solamente se logran encarcelando».

Sabemos que «no se puede volver atrás, sabemos que lo realizado, realizado está —concluyó Francisco—; por eso he querido celebrar con ustedes el Jubileo de la misericordia, ya que eso no quiere decir que no haya posibilidad de escribir una nueva historia hacia delante. Ustedes sufren el dolor de la caída, sienten el arrepentimiento de sus actos y sé que, en tantos casos, entre grandes limitaciones, buscan rehacer su vida desde la soledad».

«No se olviden —fue el llamado del Pontífice— que también tienen a su alcance la fuerza de la resurrección, la fuerza de la misericordia divina que hace nuevas todas las cosas. Ahora les puede tocar la parte más dura, más difícil, pero que posiblemente sea la que más fruto genere, luchen desde acá dentro por revertir las situaciones que generan más exclusión. Hablen con los suyos, cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión. Quien ha sufrido el dolor al máximo, y que podríamos decir ‘experimentó el infierno’, puede volverse un profeta en la sociedad. Trabajen para que esta sociedad que usa y tira no siga cobrándose víctimas».

«Y al decirles estas cosas —añadió—, recuerdo aquello de Jesús de quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra, y yo me tendría que ir; al decirles estas cosas no lo hago como quien da cátedra, con el dedo en alto, lo hago desde la experiencia de mis propias heridas, de mis propios pecados, que el Señor quiso perdonar y reeducar. Lo hago desde la consciencia de que sin su gracia y mi vigilancia podría volver a repetirlos. Hermanos, siempre me pregunto al entrar a una cárcel: ¿por qué ellos y yo no? Y es un misterio de la misericordia divina».

Francisco animó al personal carcelario (dirigentes, agentes, capellanes y voluntarios): «Todos ustedes, no lo olviden, pueden ser signos de las vísceras del Padre».

Los detenidos prepararon como regalo para el Pontífice un báculo de madera con un crucifijo decorativo. El bastón, de 190 centímetros, se puede dividir en cuatro partes. Otros detenidos organizaron una pequeña orquesta bautizada «Libres en la música», para ofrecer a Francisco un pequeño concierto musical. A su llegada al Cereso, se escuchaba un «Papacorrido» dedicado especialmente para el Pontífice, con la música típica de los corridos mexicanos.

http://www.lastampa.it/2016/02/17/vaticaninsider/es/especial/jubileo-2015/el-papa-a-reclusos-quien-experiment-el-infierno-puede-volverse-un-profeta-ht6BohxxBCqJUAX6t0LAxK/pagina.html

Leave a Comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.